lunes, 10 de febrero de 2014

Yo quisiera ser alpaca (penando hacia el Tunari)

Con mi mochila, mi carpa, y con avituallamiento que compré en el pueblo, me adentro en un bosquete de eucaliptos (que aquí abundan, no se porqué) con la idea de acercarme un poco al comienzo de la loma del cerro y a la vez alejándome algo del pueblo para pasar la noche. 
Ya de noche y con una tormenta sobre Cochabamba impresionante (aquí parece que no llegará), me meto en la carpa y busco algún cuentito del Viejo Antonio sobre la noche, para quitarme cierto canguelo por estar solo en mitad de la noche en un sitio que no conozco de nada. Y como era de esperar, el Sub y el Viejo Antonio no fallan y me cuentan "La historia de la noche": 

"Dice la gente que no es sabedora que guarda la noche muchos y grandes peligros, que es la noche cueva de ladrones, lugar de sombras y temores. Eso dice la gente que no sabe [...] La noche quedó pues, ahora con sus orillas y sus puertas y ventanas, nació su propia vida y se fue construyendo las luces que en la oscura nagua le cuelgan. Tiene la noche sus sombras, es cierto. Pero, sombras de las sombras, hombres y mujeres que en la montaña la habitan y cuidan, tienen sus propios destellos y, a su modo, también alumbran".

Y así, más tranquilo con las palabras del viejo, me voy a dormir (la próxima vez que coincidamos en el monte os cuento la historia entera).

A la mañana siguiente, tras un pequeño desayuno y bajo una llovizna de buenos días me encamino hacia el cerro. Primero por una senda difusa y, al poco, campo a través. Aunque me mantengo orientado viendo el cerro, el único camino que encuentro acaba siendo un barranquito por el que trato de ir subiendo, pero entre las piedras grandes y mis 15 kg. a la espalda la cosa no es que vaya muy bien. Y es que sí, la cabra tira al monte, pero aquí estamos en terreno de alpacas, y eso desearía ser yo ahora, porque me está matando esta subida...
Al final consigo subir hasta la base del cerro (después de casi 4 horas y calculo que unos 1000 metros de subida, aunque voy sin mapa y no tengo ni idea), y me propongo llegar hasta la cumbre del pico más cercano (que no es el Tunari pero también me vale). Dejo la mochila junto a un risco grande para afrontar el tramo final (con mis hojas de coca dentro, por despiste) y tiro para arriba, pero pronto mi agotado cuerpecillo y una niebla que no acaba de irse me dejan claro que no hace falta llegar al límite y que mejor volverse a tiempo (quedan muchos días de viaje). 
La bajada empieza igual que la subida, por un senderito de ganado que pronto desaparece, por lo que trato de seguir por donde puedo, a costa de varios tropezones y de acabar empapado (por la "lluvia inversa"). Satisfecho de llegar sano y salvo, aunque molido, me reencuentro en el pueblito con las voluntarias y l*s niñ*s de la escuelita, y aún saco algo de fuerzas para un basket con ell*s. Luego de un tesito de despedida en la Tinkuna dejo a las voluntarias y me busco un hostal. El lunes me reencontraré con S. (voluntaria francesa) para conocer Samaipata y con suerte alguna de las ecoaldeas que hay por allí, pero este finde me voy para la selva del Chapare, a Villa Tunari, a ver si las lluvias me respetan y bicheo un poquito.

Iré preparando el repelente de mosquitos...





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