viernes, 28 de febrero de 2014

Daniel (hoy, trotamundos)

Hoy me vuelvo a encontrar con Daniel. Tiene 3 años, una coletilla larga y dorada y unos ojos que ocupan casi todo su rostro. Viaja con su madre y su padre en una furgoneta que hace unos días les dejó tirad*s, por lo que hemos coincidido por unos días.

Para tener 3 años habla por los codos, es tremendamente despierto y no para ni cinco minutos: primero da vueltas y vueltas al patio con su patín, luego inventa cualquier juego para perseguirte o para que le persigas, y cuando se aburre de correr, agarra una pelota medio pinchada que anda por ahí y comienza a patearla, mirándote de reojo a ver si te unes al juego.

Es directo y pide lo que quiere, sin rodeos; o directamente lo hace. En el pueblito, de repente desaparece y se busca nuev*s amig*s, y cuando su madre se viene a dar cuenta está metido dentro de alguna casa, despreocupado de si debe o no entrar: sus amig*s entraron, el fue detrás (para susto colectivo ante la desaparición momentánea del enano). Y si está cansado, pues directamente pasa de todo: hoy, mientras su madre imparte un maravilloso taller de teatro para niñ*s, él, medio amodorrado todavía por la siesta de hace un rato, coge su mantita, la extiende a un lado de la patio y se tumba a mirar el quilombo que sucede a su alrededor (mientras el resto de peques pasan corriendo a su lado, lo saltan y gritan).

Sus amig*s hoy viven en la sierra y son de café; dentro de unos días serán distint*s...

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